“Una Visita Fantasmal”, Presidente del Colegio de Profesores Comunal Valdivia se refiere a la última visita del Ministro de Educación a la Región de Los Ríos
Para la filósofa Hannah Arendt, la acción política es parte de la condición humana, es decir, nos hace reconocibles como la especie animal que llega mediante la palabra a los acuerdos, la deliberación y la participación. Esto constituye la capacidad de tener poder, que deviene del pueblo cuando mantiene consistencia en el ejercicio de participación, y los gobernantes cuando cumplen las promesas para ser legítimos frente a sus gobernados.
Tras la visita del ministro de Educación Marco Ávila el domingo 21 y lunes 22 de mayo a la región de Los Ríos, resaltaron las ideas de política, participación y palabra en el sentido arendtiano. Fue una instancia muy importante para todos los actores sociales de la educación, pero que se vio deslucida por la programación y reveló la forma de entender la política al menos por parte del gobierno en nuestra región. El ministro de una cartera tan sensible no se reunió con los principales actores sociales como los profesores, familias, organizaciones estudiantiles o asistentes de la educación. Peor aún, nos enteramos por las redes sociales oficiales de los partidos y seremis del gobierno.
Entonces, la venida de un ministro de Estado contó con la ausencia de la sociedad y demostró una renuncia política en la acción emprendida a nivel local. Lo que pudo ser una gran oportunidad para un gobierno que fue elegido tras un espíritu transformador y regionalista no tuvo más consecuencia que ser la continuidad de una forma de cómo hacer gobierno que lleva más de tres décadas en el país.
Veamos los principales problemas de esta forma de hacer política y los riesgos que se corren de no rectificar, bajo el paradigma de Arendt en torno a la participación, la palabra y la política.
En cuanto a la participación, el ministro de Educación se reunió con los alcaldes en su calidad de sostenedores del sistema público del servicio educativo y también con los líderes y líderesas de los partidos oficialistas, además de visitar un par de escuelas en la comuna. Hasta aquí no hay nada extraño, en principio, ya que es plenamente coherente con los roles y funciones del señor que ostenta la responsabilidad de conducir el ministerio. El problema es que ninguno de sus encuentros se llevó a cabo para hablar de políticas educativas con expertos en educación. El desprecio por el protagonismo popular y ciudadano contraviene todo anhelo con el cual este gobierno fue elegido, y en especial constriñe la política a un juego de máscaras y egos autocomplacientes. Incluso la base docente de los partidos oficialistas se enteró por Instagram. ¿Qué les queda entonces a los dirigentes sociales de comunas que, desde la independencia partidaria, han sobrellevado las organizaciones del mundo de la educación?
Respecto a la palabra, quizás sea el elemento más tenso, porque los alcaldes y alcaldesas, como sostenedores, tienen un rol clave, pero su comprensión sobre el sistema educativo está limitada debido a la cantidad de acciones que deben ejercer. Si hablamos de los partidos políticos de oposición u oficialistas, el escenario es aún más triste, ya que ninguno de ellos maneja cabalmente la profundidad de los problemas en educación, ni comprenden conceptos e ideas clave como, por ejemplo, voucher, gerencialismo educativo (new public management), endo y exo privatización, crisis de sentido, conflictividad jurídica del rol del sostenedor, deserción de docentes noveles, entre otros elementos. Esto ha llevado a que la penetración ideológica neoliberal también esté presente cuando hablan con una soltura impresionante sobre “calidad”. La crisis política en educación atraviesa tanto a la izquierda como a la derecha, y lo peor es que no se dan cuenta.
El llamado de Arendt para hacer política considera la participación de la mayor cantidad de personas en la deliberación, y el trato despectivo hacia las organizaciones sociales y aquellos que sí saben de educación es, por esencia, lo que podríamos llamar antipolítica. Es de esperar que en este segundo tiempo del gobierno entiendan que la forma de hacer política consiste en ampliar su base social, reconocer la diversidad de actores sociales con voz y conocimiento propio, y dejar de ser una triste copia de la gestión neoliberal de los últimos 30 años. Quizás la tesis más coherente que hemos escuchado para la justificación del avance conservador-autoritario en las urnas y el desencanto ciudadano sea consecuencia de muchas fotos de burócratas y de poco diálogo para ejercer la participación, las palabras y volver a hacer política.